
Uno de las preguntas más frecuentes de los padres, cuando llevan a sus hijos/as a una escuela Montessori, es qué sucederá con el niño/a cuando tenga que cambiar de nivel y asistir a una escuela tradicional, ya que no en todos los lugares se han desarrollado proyectos para la educación primaria, secundaria, el bachillerato o la universidad (aunque la Dra. Montessori ha dejado las pautas para hacerlo en su libro De la infancia a la adolescencia).
Mi primera respuesta es que Montessori es una educación para la vida, por lo tanto el propósito fundamental es ayudar a que las personas desarrollen una autoestima sana y sean capaces de adaptarse a nuevas y diferentes circunstancias.
Cuando la educación en casa ha compartido los criterios básicos de la escuela y el niño/a ha estado en un ambiente preparado antes o desde los tres años, al terminar la educación preescolar (infantil) o primaria, estará listo para enfrentar los retos que implica el siguiente nivel, hasta en un entorno educativo diferente, si fuera el caso.
¿Qué distingue a los adultos jóvenes que fueron “niños Montessori”?
Dejaré de lado el aspecto cognitivo, ya que si la implementación de esta pedagogía ha sido adecuada, los niños habrán logrado aprendizajes significativos y permanentes; mencionaré otras habilidades:
- Conocen sus habilidades y limitaciones: esto les permite fijarse retos y perseverar, en una búsqueda del auto-perfeccionamiento.
- Aceptan el error con naturalidad y aprenden de él.
- Identifican y pueden expresar sus emociones y sentimientos.
- Buscan el balance entre el desarrollo interpersonal y el social.
- Muestran una actitud tolerante y respetuosa hacia cualquier diferencia: de género, de creencia, de cultura.
- Pueden ser críticos, pero también propositivos.
- Procuran poner en práctica diferentes niveles de independencia: física, de pensamiento, económica. No ofrecen ayudas innecesarias, pero saben cuándo ayudar y cuándo pedir ayuda.
- Son capaces de trabajar en equipo: muchos de ellos tienen cualidades de liderazgo y todos son capaces de organizarse para desarrollar un proyecto.
- Se comunican de manera efectiva, saben hablar, escuchar y hasta callar; pueden expresar sus ideas y sentimientos escribiendo; muchos disfrutan leyendo.
- Pueden disentir, pero saben conciliar.
- Saben cómo aprender: no pierden la curiosidad, leen, investigan, corroboran; no miran al maestro desde una posición de sumisión; muchos de ellos son autodidactas.
- Además de los conocimientos académicos, valoran el arte y el deporte.
- Ponen en práctica una cultura ecológica: Llevan a cabo acciones respetuosas hacia el planeta y hacia cualquier manifestación de la vida.
- Encuentran soluciones innovadoras para resolver problemas.
Casi todos, también son agradecidos y expresan su gratitud con alegría al encontrarse con sus antiguos guías, aunque hayan pasado muchos años.
Termino estas reflexiones, compartiendo esta anécdota: Un día, María, una mujer de veintitantos años, ex alumna de mi primer grupo de la Casa de los Niños, me envió un correo electrónico, contándome que vendría al lugar donde vivo ahora y diciendo que quería saludarme.
También mencionaba: “Mi mamá me ha hablado de ti y me ayudó a encontrarte, en realidad, yo no recuerdo tu cara, pero si recuerdo tus manos, cuando me mostrabas los materiales… También me he convertido en guía”.
Adela Vizcaíno R.
Departamento Pedagógico
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