
El concepto de “educación inclusiva” no comenzó a generalizarse hasta la década de los 90 del siglo pasado. Sin embargo, el método Montessori ha abrazado sus principios desde prácticamente desde sus inicios.
Podríamos afirmar que su creadora, la Dra. María Montessori, se esforzó para que todos los alumnos llegasen a disfrutar de la misma educación. Para ello, se desterraban excusas basadas en cuestiones de sexo, religión, raza, situación económica, aptitudes, etc.
Durante la primera mitad del siglo XX, la experta en pedagogía llegó a una extraordinaria conclusión. Descubrió que el fracaso de los estudiantes con discapacidad intelectual o cognitiva no tenía nada que ver con sus aptitudes. En realidad, estos niños se veían retrasados en su aprendizaje debido a la forma en que se les enseñaba. Las trabas se encontraban, por tanto, en el sistema educativo.
A raíz de esa conclusión, y después de constatar su argumentario con una dilatada investigación práctica, María Montessori se convirtió en una defensora a ultranza de la inclusión educativa. Más allá de los estudiantes con necesidades especiales, extendió sus principios a cualquier tipo de alumno. Los centros educativos debían ser integradores.
¿Qué es la educación inclusiva?
La UNESCO se ha pronunciado sobre la educación inclusiva. De hecho, el organismo internacional lleva años ayudando a los gobiernos a desterrar la exclusión y la desigualdad en el entorno formativo.
Como consecuencia de este compromiso, la UNESCO define la educación inclusiva como “un proceso para abordar y responder a la diversidad de necesidades de todos los alumnos mediante una mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión de la educación y desde dentro de la educación”.
Por tanto, el objetivo es que todo el sistema educativo facilite entornos de aprendizaje heterogéneos y polifacéticos. Los espacios para la enseñanza se centran en que enseñantes y alumnos se vean estimulados por los beneficios que aporta la diversidad.
De este modo, bajo el prisma de un planteamiento de inclusión educativa, la enseñanza es accesible para todos. Basta con fomentar entornos de aprendizaje donde se satisfacen las necesidades individuales y cada estudiante tiene la oportunidad de alcanzar el éxito.
¿POR QUÉ EL MÉTODO MONTESSORI ADOPTA EL ENFOQUE DE LA EDUCACIÓN INCLUSIVA?
La Dra. Montessori demostró que todos los niños tenían habilidades y una motivación intrínseca para el aprendizaje. Separar y segregar a los niños entre discapacitados, superdotados u otras diversidades no se alinea con su concepción de una educación holística e inclusiva. De hecho, el entorno Montessori, establecido por primera vez en 1906, es pionero en educación inclusiva.
La educación Montessori sigue las necesidades del niño, independientemente de cuáles sean. El enseñante debe estar listo para acomodar respetuosamente las necesidades individuales dentro del entorno. Descarta que los niños tengan que ajustarse a un estándar impersonal y generalizado.
De esta manera, el pedagogo nutre el espíritu del niño. Su objetivo es fomentar la independencia y el amor por el aprendizaje para toda la vida. El profesor no hace el trabajo por sus pupilos. El profesional los guía. Para ello se asegura de que tengan los materiales adecuados y necesarios para completar su trabajo y respeta los tiempos de cada alumno.
Por tanto, cada niño es un individuo único y presentan capacidades distintas. Sin embargo, todos merecen el mismo trato. Si minimizamos el concepto, la inclusión educativa no es más que impartir la enseñanza sin ningún tipo de discriminación.
Los alumnos se unen en un mismo espacio para adquirir conocimientos y educación. No importa si difieren entre ellos en cuanto a sus habilidades, tanto físicas como mentales. También pueden precisar distintas formas de aprendizaje. Aun así, la inclusión educativa permite a todos ellos disfrutar juntos y participar en todas las actividades.
Existen cursos de educación inclusiva que capacitan a maestros y padres para llevar a cabo estas tareas y descubrir cuáles son sus ventajas.
1. La influencia de los compañeros
La inclusión educativa fomenta la relación entre todos los niños. Esto permite que los alumnos observen a sus compañeros y les permite aprender de ellos. El diálogo entre los alumnos ayuda a comprender. Se convierte en una potente herramienta, tanto para el que está aprendiendo como para el que está enseñando.
2. La socialización
Una metodología inclusiva facilita el contacto con todo tipo de individuos.
El niño adquiere las habilidades necesarias para construir su propia red social. Se siente entre iguales y potencia los hábitos de convivencia a través del respeto de su propia individualidad y la de los otros. Además, se forman individuos más solidarios, personas que no ven un impedimento en la diferencia.
3. La autoestima
Se demuestra al alumnado que todos poseen capacidades y habilidades. Cada uno, a través del camino más amigable para él, consigue sus logros por sí mismos. Alcanzar estas metas contribuye a aumentar la autoestima.
4. Preparación para la vida adulta
Este sistema educativo prepara a los niños para una vida adulta en una sociedad inclusiva. Para ello, incrementa su aceptación de las diferencias individuales y la forma de entender y aceptar la diversidad.
Estas son solo algunas de las ventajas de la inclusión educativa. Si quieres aprender más sobre ello, puedes consultar con los especialistas de International Montessori Institute.
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