Durante mucho tiempo se pensó que la persona inteligente solo era aquella que tenía facilidad para razonar, abstraer y memorizar, porque la educación tradicional se enfocaba hacia la adquisición del conocimiento, más que al desarrollo de habilidades. Afortunadamente, desde hace algunos años, se ha reconocido la existencia de otros tipos de inteligencias y entre ellas, se destacan las habilidades de desarrollo intrapersonal e interpersonal.
¿Cómo se trabajan las emociones en Montessori?
Desde sus inicios, esta pedagogía ha considerado al ser humano como una unidad y también se ha ocupado de la educación emocional, aunque de manera indirecta, a través de estos 8 aspectos:
1. La educación de la voluntad y la libre elección
Cuando la Dra. Montessori describe la formación del carácter, habla de sus componentes hereditarios y ambientales, pero también del desarrollo de la voluntad.
El control del movimiento representa una forma de educarla: el niño que sirve agua de una jarra a un vaso, evitando derramarla, está realizando un esfuerzo que fortalece su voluntad.
Cada vez que ofrecemos elecciones a los niños, en lugar de decirles lo que tienen que hacer, les ayudamos a educar la voluntad. El concepto de libre elección, no se trata de que los niños hagan lo que quieran, que según Montessori representaría “traicionar el verdadero sentido de la libertad”, sino de ofrecer opciones adecuadas a la edad y posibilidades del niño.
En una ocasión atendí a los padres de una niña de tres años, interesados en la escuela donde yo trabajaba. Al final de mi explicación, dijeron que a ellos les había gustado mucho el lugar y la propuesta, pero que la decisión final estaba en manos de su hija. Este es un desafortunado ejemplo de una elección que no corresponde al nivel de desarrollo del niño.
¿Qué tipo de decisiones pueden ofrecerse a los niños pequeños?
A la hora de la comida, optar por una fruta u otra (pero ambos son alimentos adecuados); a la hora de vestirse, optar por los zapatos de un color o de otro. Cuando el adulto da opciones, no trata después de convencer al niño para imponer su criterio, sino que acepta la elección del pequeño.
Los padres de Rebeca, de siete años, recibieron un reporte muy positivo de sus avances en la escuela, pero la niña se comportaba en casa de manera diferente y cuando le preguntaron la razón, ella respondió: “Es que en la escuela me dan opciones”.
2. La actitud frente al error
Para la Dra. Montessori el error es una realidad que no solo sucede en la vida cotidiana, hasta los científicos, a pesar de su conocimiento y precisión, deben tomarlo en cuenta.
La postura del adulto que lo sabe todo, que nunca se equivoca, pendiente de enfatizar hasta la menor equivocación del niño, debe de transformarse con humildad y comprensión, porque a pesar de que el adulto tiene mayor experiencia y por ende, más conocimientos, también se equivoca y siempre puede mejorar.
Se han comprobado los efectos físicos del estrés en el aprendizaje, por lo que podemos asegurar que el sentirse amenazado o menospreciado, repercute más allá de la esfera emocional. No solo se trata de aceptar el error con naturalidad, sino de permitir al niño identificarlo para redirigir el esfuerzo y aprovecharlo como una oportunidad de crecimiento.
Si una niña está contando en voz alta y se equivoca en la secuencia: “once, doce, quince…”, solo hay que darle la oportunidad de escucharlo en orden y decir “once, doce, trece…”, de la manera más natural posible.
3. El lenguaje como ayuda a la expresión de los sentimientos
La mayoría de los niños pueden comunicarse con claridad desde los tres años y a partir de entonces, la tarea del adulto es ayudar a ampliar su vocabulario.
Para lograr una buena comunicación, es necesario responder de manera adecuada, pero también tener una actitud de escucha respetuosa. Cuando los niños van a la escuela, por ejemplo, algunos padres quieren saber todos los detalles de cada jornada y en cuanto regresan, empiezan a acribillarlos a preguntas, en lugar de dar tiempo a que él o ella, cuente de manera espontánea lo que necesita comunicar.
Cuando mis hijos eran pequeños, muchas veces me hablaban sobre las cosas interesantes que les habían sucedido en el día, un poco antes de dormir. Naturalmente, había días que la conversación era solo sobre el tema del libro que veíamos juntos.
Hay ocasiones en que estamos con nuestros hijos, pero no les prestamos atención; aunque es algo trillado, es verdad que la calidad del acompañamiento es preferible a la cantidad de tiempo que podemos pasar con ellos.
Expresar los sentimientos no solo se trata de encontrar una palabra adecuada, sino de “aceptar lo que sentimos y lo que siente el otro”, en lugar de evadirlo o negarlo.
Por ejemplo, el adulto puede reaccionar de diferentes maneras cuando un niño se cae y se lastima frente a él, decir: “Levántate, no pasa nada” o “¿Estás bien? Si yo me hubiera tropezado como tú, posiblemente me sentiría adolorida”.
Si un niño aprende a expresar sentimientos de molestia o enojo y a pedir respeto, de manera firme pero cortés, cuando es ofendido o lastimado, será capaz de relacionarse mejor con los demás.
4. Resolución de conflictos
Modelar la resolución de conflictos es una manera de favorecer el desarrollo emocional.
Puede suceder que algunos padres tengan una actitud sobreprotectora porque tratan a toda costa de evitar cualquier situación incómoda para el niño, en lugar de permitir que la enfrente y la supere solo; esto puede aplicarse en sus relaciones con los demás.
Estas son algunas sugerencias ante el conflicto:
- Pedir a cada una de las partes que describa la situación.
- Pedir a cada una de las partes que exprese cómo se sintió.
- Establecer un acuerdo.
De esta manera, hay varias habilidades emocionales que se ponen en práctica: la empatía, es decir, ser capaz de ponerse en los zapatos del otro; la asertividad: expresarse con honestidad, pero sin lastimar al otro. Ofrecer disculpas y aceptarlas, que puede ser un primer paso para aprender a perdonar; también estar dispuesto a reparar el daño, si fuera necesario.
5. La cortesía
Los niños aprenden lo que viven y la forma de relacionarse con los demás no es la excepción.
Uno de los aspectos que descubrió la Dra. Montessori en los niños pequeños, es el sentido de dignidad propia. Si tratamos a los niños de manera respetuosa y nos dirigimos a ellos con la misma amabilidad que tenemos hacia los adultos, absorberán este comportamiento y lo aplicarán en las circunstancias adecuadas.
6. Tolerancia a la frustración
“Solo quiero que mi hijo sea feliz” es una afirmación común de los padres y desde luego, comprensible. La clave está en cómo lograrlo.
Satisfacer de inmediato hasta la más mínima petición de un niño, generalmente trae como resultado una persona demandante, que rehúye los retos, se aburre con facilidad y antepone sus necesidades a las de los demás.
Aprender a lidiar con cierto nivel de frustración no significa que él se sienta abrumado, sino que desarrolle la capacidad de espera para ser escuchado, atendido y la perseverancia para superar adversidades con serenidad.
7. Respeto
Desde mi punto de vista, el respeto es el valor fundamental de la pedagogía Montessori, expresado de múltiples maneras: hacia la propia persona, hacia los demás, hacia otros seres vivos, hacia los objetos. Apreciar la diversidad también facilita las relaciones interpersonales.
La capacidad de asombro y disfrute de la naturaleza son espontáneas en el niño y si se promueven, él será capaz de cuidar de sí mismo y de su entorno inmediato y más adelante, del medio ambiente.
8. Generosidad y gratitud
Si tuviera que resumir en una palabra una cualidad personal que se pretende que los niños desarrollen a través del acercamiento Montessori, es la capacidad de adaptarse: a las circunstancias, a las personas, al entorno; porque la preparación para la vida implica flexibilidad para responder al cambio constante.
Si un niño realiza su autoconstrucción con la menor cantidad de obstáculos posibles, se sentirá contento, satisfecho y en lugar de pensar solo en sí mismo, manifestará cualidades indispensables para la vida social y será una persona adaptable. Entre esas cualidades también destacan la generosidad y la gratitud.
Como hemos dicho, el ejemplo del adulto puede ser más efectivo que dar largas explicaciones sobre la importancia de compartir o forzar al niño a hacerlo; si el niño ha desarrollado las habilidades emocionales descritas, el desprendimiento surgirá de manera natural.
La capacidad de agradecer implica mucho más que dar las gracias, también requiere de la humildad para apreciar lo que recibimos.
Educación emocional para familias y educadores
Para poder contribuir al desarrollo de las competencias emocionales de los niños y niñas, los padres, madres y docentes deben tener conocimientos de educación emocional. Esta es una educación que se practica a lo largo de toda la vida y es importante conocer la manera de aplicarla tanto de manera personal como en el aula.
El curso online de Educación Emocional de IMI está diseñado para que familias y educadores adquieran conocimientos acerca de la naturaleza de las emociones, su importancia en la educación y en la vida diaria, así como herramientas para el desarrollo de competencias emocionales en los más pequeños.
Adela Vizcaíno
Departamento Pedagógico