Nuestra capacidad de atender se rige por nuestro interés. Cuando hablamos de atención en el ambiente Montessori, nos referimos a la capacidad del niño o niña de focalizar selectivamente su conciencia, filtrando y desechando información que no le es relevante.
Este es un proceso en el que entran en juego diversos mecanismos neuronales, que regulan el paso de la información sensorial que llega a nuestro cerebro. En este se evalúa la competencia de estos estímulos y, según su pertinencia, se procesan para dar una respuesta en un tiempo adecuado y dirigir nuestra conducta.
La atención es, por tanto, un mecanismo encargado de seleccionar, entre una gran cantidad de estímulos sensoriales, aquellos que son pertinentes para producir un determinado comportamiento motor o mental.
La Dra. Montessori planteaba que el niño, dentro de un ambiente preparado, encuentra aquello que responde a sus necesidades de desarrollo. Comprobó que el niño que tenía la oportunidad de elegir un trabajo, lograba fijar su atención sobre ese objeto, consiguiendo usarlo según su finalidad; dentro de un ciclo que le llevaba a la repetición, ejercitando la coordinación motriz que se iba perfeccionado en cada acción.
Montessori encontró que la fuerza interior que movía al niño a actuar era la encargada de dirigir su conciencia hacia ese objeto elegido; con esto ejercitaba su inteligencia y se ponían en juego habilidades que le permitían comparar, juzgar, decidir acciones y corregir errores, realizando así un ejercicio psíquico que le llevaba a un desarrollo interior.
¿Cómo favorece la atención el ambiente Montessori?
Cuando en el ambiente, el niño trabaja con los bloques de cilindros, los saca y los inserta en repetidas ocasiones; cuando se equivoca, se plantea un problema, y es capaz de resolverlo, se interesa cada vez más, repitiendo todas sus tentativas. Se ponen así en marcha las cualidades psíquicas, regidas por la capacidad para centrar la atención.
La atención del niño, nos dice la Dra. María Montessori, es predominantemente sensorial. Por lo tanto, el niño necesita acomodar las experiencias sensoriales al entrar en contacto con los objetos o materiales Montessori que el ambiente le provee. Es a través de estos materiales que podrá acomodar y enfocar sus órganos: mano−ojo−oído.
Por otra parte, al permitirle que pueda elegir libremente sus ocupaciones, el niño permanece en éstas, con toda la intensidad de su atención fija en ellas. Esto lo podemos observar en el inmenso placer que le produce llevar a cabo ejercicios que son útiles a su desarrollo.
En un ambiente Montessori el niño logra mantener y fijar su atención en los objetos, pues estos responden a su impulso interior. Este le dirige hacia las cosas que son necesarias para su desarrollo, dentro de un espacio de libertad. Sin esta condición no podríamos estudiar los fenómenos de la atención en el niño.
La atención en el ambiente Montessori también requiere de una preparación de los centros cerebrales, los cuales son activados por una vía interior cuando se actúa sobre un estímulo externo. En el cerebro actúan dos fuerzas: la fuerza externa sensorial (estímulo que empuja a actuar y/o conocimiento de la causa) y la interior que nos permite centrarnos sobre ella. Sin estas, los estímulos pasarían inadvertidos.
Lo conocido/preexistente en nuestra conciencia, nos mueve a centrarnos en aquello que es nuevo/desconocido; en otras palabras, lo que ya poseemos abre nuevas vías de entrada y coloca a la atención en una actitud siempre expectante.
Sabemos que la atención en el ambiente Montessori no se dirige hacia todos los estímulos que nos rodean, sino hacia aquellos que nos agradan y que se acomodan y responden a nuestras necesidades interiores.
El mundo interior del niño
Y es que nuestra modalidad especial de atención, nos da la revelación de nosotros mismos, y se manifiesta al exterior a través de nuestras actitudes. El carácter individual que nos distingue a unos de otros se da en relación con el mundo exterior, que se construye de las experiencias efectuadas en el ambiente, las cuales son guiadas por nuestras aptitudes individuales. De acuerdo a lo anterior:
Nadie, desde el exterior, por más recursos con los que cuente, puede conferir al niño el enfoque de atención. Esta es una fuerza de su espíritu que tiene un origen interno, y que confiere al niño de 3 o 4 años un poder de concentración que le coloca al lado de las denominadas mentes geniales.
Los fundamentos de la pedagogía Montessori consideran este aspecto esencial, pues permite el desarrollo simultáneo de fenómenos vitales complejos, como la inteligencia, la voluntad, el carácter y el juicio.
En el ambiente preparado Montessori, el niño encuentra una forma de nutrirse racionalmente, la posibilidad de focalizar su atención y llegar al elemento organizador de toda su psique: la concentración.
Ana Lucía Hermida
Departamento Pedagógico
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