Uno de los principios de la pedagogía Montessori es el de “seguir al niño”, quedando reflejado en la popular frase de Maria Montessori: “No me sigan a mí, sigan al niño”.
Pero ¿a qué se refería la pedagoga con esta expresión?
En este artículo hablaremos sobre su significado, su relación con la libertad y cómo debemos comportarnos los adultos para favorecer el desarrollo pleno del niño.
Educar niños libres
En otras palabras, los adultos deben ser conscientes de que gran parte del crecimiento del niño es invisible y que, si bien algunos pueden considerar que las actividades del niño pequeño no tienen sentido, es todo lo contrario:
Debemos estar atentos a los signos de crecimiento y a los obstáculos que el niño pueda encontrar, proporcionándole la libertad necesaria que le ayude a comprender y asimilar su entorno.
Sobre el deseo de los niños de llegar a ser adultos y su rechazo a la ayuda del adulto hablamos en el artículo: La ley del máximo esfuerzo en los niños.
Aprendiendo desde la propia experiencia
Los niños deben ser los protagonistas de su propio desarrollo. Este es un largo proceso de trabajo que el niño lleva a cabo mediante el esfuerzo propio y las experiencias vividas.
En palabras de la doctora Montessori:
Por lo tanto, no debemos perder de vista nuestra tarea como adultos: acompañar al niño en este proceso de desarrollo, evitando ofrecerle ayuda innecesaria (que puede convertirse en un obstáculo para su desarrollo). Esto es, “seguir al niño”.
Entonces, ¿cómo podemos “seguir al niño”?
1. Quédate a un lado
La mayor ayuda que podemos brindar a los niños es quedarnos a un lado.
Debemos ser conscientes de que el desarrollo del niño sigue un camino de sucesivos grados de independencia.
Es importante que le ayudemos a actuar, querer y pensar por sí mismo. Para ello, es positivo que nos mantengamos a su lado, pero intentando intervenir lo mínimo posible y cuidando que tenga la libertad de desarrollarse a su manera.
Sobreproteger a los niños influye en su autoconcepto, haciendo que tengan una baja autoestima, lo cual puede permanecer como un rasgo de su personalidad cuando sean adultos.
2. Respeta sus límites y poder de decisión
Debemos reconocer su dignidad y, al hacerlo, respetar sus límites, exceptuando situaciones en las que su integridad física corra algún peligro.
Si tratamos de formar su intelecto y carácter conforme a nuestros propios estándares, solo lograremos destruir su autodisciplina, ya que quebraremos su poder de decisión y concentración al tratar que su atención se centre en asuntos o conductas que aún no le interesan.
3. Establece límites
Es necesario recordar siempre que nosotros somos “el adulto” y nos corresponden los límites, por respeto al niño, a su seguridad y a todo lo que le rodea.
4. Educa tus emociones para educar las suyas
La gestión y regulación de las emociones se enseña porque las formas en las que reaccionamos y actuamos muestran al niño también a hacerlo.
Este otro artículo: Cómo educar las emociones desde la infancia, habla sobre aspectos clave a la hora de educar las emociones de pequeños.
5. Cuida tu bienestar
Como adultos somos los responsables de velar por el bienestar y felicidad del niño, así como de cubrir sus necesidades.
Sin embargo, es importante no perder de vista que nosotros también tenemos necesidades propias y que, para ofrecer al niño lo mejor de nosotros mismos, también debemos atenderlas.
Cabe destacar también que existe la idea errónea de que en la pedagogía Montessori no hay disciplina y el niño es libre de hacer lo que desee, pero esto no es así. Puedes leer más sobre este tema en Mito Montessori: Los niños hacen todo lo que quieren.
Me gustaría terminar con una frase de la doctora:
En definitiva, la infancia es un periodo de sensibilidad extraordinaria, en el cual el niño desarrolla su personalidad a través de su esfuerzo y sus propias experiencias.
Y para lograr que alcance un desarrollo pleno, los adultos necesitamos interiorizar lo siguiente: debemos seguir al niño, y no al revés.
Ana Lucía
Departamento Pedagógico,
Guía Montessori Casa de Niños.
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