A menudo nos llegan mensajes con preguntas sobre el rol del asistente Montessori: ¿cuáles son sus funciones?, ¿cómo trabaja?, ¿cómo es su relación con el guía?
En el artículo de hoy, Liliana Contreras, del Departamento Pedagógico de IMI, nos cuenta cómo es el día a día de una asistente Montessori en un ambiente preparado de Taller I. En él, nos describe con detalle cómo transcurre su día, cómo interactúa con los niños y con el guía, así como sus sensaciones; ayudándonos a comprender mejor la belleza e importancia de este rol.
El día inicia temprano
Suena el despertador, es hora de iniciar el día. Me preparo para salir rumbo al colegio, es muy temprano, cuando salgo de casa aún no se ve por completo la luz del sol, hace algo de frío, pero disfruto el camino, pienso en algunas cosas que debo hacer hoy.
Al llegar al colegio me encuentro con Martín, el guía Montessori con quien trabajo, en nuestro ambiente hay niños y niñas de 6 a 8 años. Aún falta casi una hora para que los chicos comiencen a hacerse presentes, sin embargo, nuestro trabajo inicia desde antes. Mientras Martín revisa la planificación para recordar qué presentaciones puede ofrecer a cada uno de los niños el día de hoy, yo coloco las sillas en su lugar y reviso que todo esté listo para iniciar la jornada. Cuando comenzaba el ciclo, esto lo hacía con la ayuda del guía pero, poco a poco, he ido aprendiendo a identificar los materiales Montessori y hoy puedo hacerlo sola; miro que todo se encuentre ordenado, limpio y completo.
Voy haciendo una revisión detallada recorriendo cada uno de los estantes en los que está organizado el material, si hace falta, limpio y ordeno, eventualmente, tomo nota sobre alguna reparación o sustitución. Al final de esta revisión, me gusta tomar distancia y mirar todo el ambiente; es algo que disfruto, me siento bien cuando pienso que luce hermoso y atractivo, que esto invita a los niños a trabajar: es un ambiente preparado. También me aseguro de que no falte nada para las creaciones de los niños: colores de madera, tijeras, papel de colores, hojas especiales para la escritura, etc. He visto el área de cocina y vida práctica, todo está dispuesto para fomentar el actuar independiente de los pequeños.
Me gusta tomar distancia y mirar todo el ambiente; es algo que disfruto, me siento bien cuando pienso que luce hermoso y atractivo, que esto invita a los niños a trabajar.
El ambiente se llena de vida
El espacio es realmente bonito y me gusta mucho la atmósfera que se respira, pero lo increíble comienza realmente con la llegada de nuestros niños. Saludo a cada uno y paulatinamente van apropiándose del lugar. Después de estos cuatro meses de trabajo, la mayoría de ellos conversa un poco al llegar, luego se organizan para elegir un material o retomar algún proyecto de investigación. Algunas mañanas Martín les recibe con una historia, cantamos alguna canción o hacemos algún ejercicio de movimiento. Aún me sorprende cómo cada uno se hace cargo de su trabajo. Después de un rato, cuatro chicos son llamados por el guía para recibir una presentación nueva, yo estoy muy pendiente de que este proceso no se vea interrumpido, ningún niño debe acercarse con intención de hablar con el guía o los compañeros, si puedo anticipar esto, evitaré la interrupción. Gran parte de la mañana, nuestra dinámica es esta.
Siempre observando
En mi formación como Asistente aprendí aspectos de la filosofía Montessori que me han permitido conocer mejor el proceso de desarrollo de los niños y cómo poder ser una verdadera ayuda, pero hay algo que ha sido una gran transformación en mi labor docente, me refiero al hecho de poder desarrollar la habilidad de observar. Todos los días observamos el entorno, sin embargo, en esta labor he aprendido que puedo observar de una forma objetiva, sin juzgar a los niños, evitando que la información previa que poseo, mi historia personal o mi estado de ánimo afecten lo que veo y lo que registro. No es nada sencillo, pero todos los días trato de ser muy consciente de mi forma de observar. Tengo una libreta en la que hago estos registros, algunas veces mis anotaciones tienen que ver con una visión general, como el nivel de ruido que hay en el ambiente, un mueble que está causando accidentes continuos, alguna situación complicada con el uso del baño o el uso descuidado del pegamento; otras ocasiones puedo enfocar mi atención a un niño o niña en particular.
En esta labor he aprendido que puedo observar de una forma objetiva, sin juzgar a los niños, evitando que la información previa que poseo, mi historia personal o mi estado de ánimo afecten lo que veo y lo que registro. No es nada sencillo, pero todos los días trato de ser muy consciente de mi forma de observar.
La verdadera ayuda
Uno de los aspectos más complejos fue entender con claridad cuándo debía ayudar a los chicos, María Montessori decía que la ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo, así que he tenido que observar y aprender mucho al respecto.
Hoy es día de elaborar el refrigerio, Elisa ha propuesto una receta para hacer unos bocadillos típicos del país de su mamá, sus compañeros de equipo estuvieron de acuerdo. Al inicio de la semana se organizaron para que cada quien trajera alguno de los ingredientes. Elisa tiene 8 años, Jaime 6 y Ana 7, ellos son los encargados de cocinar. Yo no conozco esta receta, pero, en realidad, no tuve que hacer mucho, Elisa explica paso a paso qué hacer. Ayudo un poco a Jaime mostrándole cómo cortar la verdura y él concluye el trabajo. Ana prepara la mezcla para hacer una especie de masa y Elisa envuelve las tiras de verdura, mientras yo enciendo el horno. Cuando todo está listo, los tres chicos dan el aviso al grupo para que preparen las mesas, mientras tanto, Martin lee un poco en voz alta para el grupo. Yo observo al equipo que ha cocinado y a otros niños que caminan apresuradamente llevando el plato, y les recuerdo que deben hacerlo con calma para evitar accidentes. Todo estuvo delicioso y al final, el área de cocina quedó justo como estaba en la mañana, yo he ayudado a lavar las bandejas en las que se colocaron los bocadillos, pues son muy grandes, los chicos lavaron lo demás. Antes de mi entrenamiento, no hubiera imaginado que los niños pueden hacer todo esto.
Luego del refrigerio salimos al jardín y tenemos tiempo de juego libre, este también es un gran momento para observar. Amelì es una de las más pequeñas del salón, tiene 6 años y también es pequeña físicamente, al inicio le fue difícil adaptarse, extrañaba su antigua escuela y a veces lloraba; hoy está muy contenta en el jardín, y ya juega con los demás niños. Amelì está subiendo por las escaleras de los juegos y sus cordones se han desatado. Durante estos últimos meses ha estado mejorando su técnica para atarse los cordones, así que me acerco y lo señalo, le digo que baje muy lentamente para atar sus cordones y así lo hace; le toma varios minutos, lo intenta varias veces hasta que lo logra, yo solo observo.
Antes de mi entrenamiento, no hubiera imaginado que los niños pueden hacer todo esto.
Al final del día
A veces, hay tantas cosas sucediendo, tanto que mirar, tanto que aprender, que el día se pasa en un pestañeo. Los niños se preparan para ir a casa, una labor importante es dejar el ambiente en orden, así que realizamos las tareas de cuidado del ambiente que previamente hemos organizado y acordado todos en conjunto. Algunos sacuden los estantes, otros revisan que se han separado correctamente los desechos, un par de niños me acompaña al almacén para traer papel de colores, 2 lápices nuevos y unas acuarelas porque los anteriores se han acabado; ellos son quienes se encargan de mirar qué hace falta. Otros chicos suben cuidadosamente las sillas a las mesas y un par más revisa que las plantas tengan agua suficiente. Contamos con la ayuda de Raquel, quien viene a hacer limpieza general al final del día, pero los chicos saben que es nuestra labor dejar el ambiente ordenado para que ella pueda, a su vez, hacer su trabajo. Los padres comienzan a llegar y, en poco tiempo, nuevamente, estamos Martín y yo solos en el ambiente.
Contamos con la ayuda de Raquel, quien viene a hacer limpieza general al final del día, pero los chicos saben que es nuestra labor dejar el ambiente ordenado para que ella pueda, a su vez, hacer su trabajo.
El tiempo con el guía
Es nuestro momento. Cuando los chicos se van, Martín y yo platicamos sobre lo que hemos observado en el día. Él siempre me recuerda lo importante que es la información que voy registrando a partir de mis observaciones, hacemos un análisis de estos registros y pensamos en los aspectos que podemos mejorar, tanto en el ambiente como en nuestra labor. A veces disponemos de este tiempo para reparar o elaborar material, también para seguir revisando los textos de la doctora Montessori, hablamos de cómo nos hacen sentir las actitudes de los niños y tratamos de buscar alternativas que nos permitan manejar esas emociones para continuar siendo objetivos y poder ver realmente qué es lo que los chicos necesitan. Este tiempo es realmente importante, la información compartida es de gran beneficio para el desarrollo de nuestros alumnos y el vínculo que establecemos como compañeros es un modelo de convivencia para ellos.
Regreso a casa cansada pero feliz, sé que mañana al sonar el despertador todo comenzará de nuevo, los aspectos teóricos que sustentan nuestro trabajo se mantienen, son nuestra base, pero los niños siempre nos hacen sentir que todo comienza, que todo es nuevo y se transforma con cada amanecer.
Liliana Contreras
Departamento Pedagógico
Nota: Los personajes y situaciones de este articulo son ficticios, pero son un reflejo fiel de lo que sucede en un día de trabajo del Asistente Montessori.
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