Uno de los aspectos que la Dra. Montessori señala dentro de su pedagogía es el respeto al ritmo de cada niño, aspecto que muchos padres cuestionan, ya que en la actualidad estamos inmersos en un mundo agitado y de prisas: los progenitores trabajan y hay muchas actividades que hacer durante el día, lo que hace casi imposible que se puedan sentar a esperar que el niño se vista solo, por ejemplo, cuando pueden vestirlo y ahorrarse varios minutos.
Encontramos también una gran diferencia entre el ritmo del adulto y el del niño: el primero busca llegar a un fin de forma directa en el menor tiempo posible, siguiendo la “ley del mínimo esfuerzo”; el segundo, el niño pequeño, actúa para satisfacer necesidades internas que hacen que este proceso sea casi contrarío al del adulto, ya que requiere de esfuerzo y de una serie de acciones y de repeticiones, lo que conlleva un ritmo más lento.
Al adulto le cuesta trabajo entender esta gran diferencia. Cuando observa que el niño ejecuta una serie de movimientos innecesarios y realiza esfuerzos que parecen inútiles, siente la enorme tentación de interrumpirle y ayudarle.
Como dice Polk Lillard parafraseando a la Dra. Montessori: “Al ver al niño hacer grandes esfuerzos para realizar un acto totalmente inútil o tan fútil que el mismo podría realizarlo en un instante y mucho mejor, el (adulto) se siente tentado a ayudar…. El adulto se irrita no solo por el hecho de que el niño este tratando de llevar a cabo un acto innecesario, sino también por su ritmo diferente y su manera distinta de moverse”.
Cuando el adulto interviene obstaculiza el aprendizaje, al hacer las cosas en lugar del niño, también provoca en él un sentimiento de inferioridad y frustración. Por lo tanto, arrastrar, apresurar e intentar que el niño se ajuste lo más pronto posible al ritmo del adulto, traerá como resultado la resistencia infantil, como una forma de defensa ante la constante intervención, en su esfuerzo por conquistar la autonomía.
“El adulto no ha comprendido al niño y al adolescente y por eso se encuentra en lucha constante con los mismos”
Estas son algunas sugerencias para que padres y maestros logren encontrar un equilibrio entre los deseos del adulto y las necesidades del niño:
- Establecer rutinas que al niño le den la oportunidad de saber qué va a pasar y qué esperar, desde el nacimiento.
- Planificar y preparar con anticipación las actividades; en casa se puede dejar lista la ropa que el niño usará o la mochila, desde la noche anterior.
- Conforme va creciendo, dar al niño pequeñas responsabilidades de acuerdo a sus capacidades, como ayudar a poner la mesa, dar de comer a la mascota o regar plantas, recoger su ropa sucia y colocarla en el cesto.
- Hay que mantener una actitud de ayuda, teniendo en cuenta que hacemos las cosas con el niño y no por el niño. Decirle, por ejemplo: “Tú te pones el calcetín y yo te ayudo a atarte los cordones”.
- Pero lo primordial es observar, para poder entender, aceptar y disfrutar las manifestaciones de los niños.
Esther Vargas
Departamento Pedagógico
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