Las rabietas infantiles, “malas conductas” o berrinches, son situaciones que muchas veces, como papás, nos es difícil entender. Podemos pensar que es una manera de obtener lo que quieren, sin embargo, estos eventos llegan a presentarse por diversas causas, pero principalmente porque están actuando de acuerdo a la edad y etapa de desarrollo en la que se encuentran, y no porque quieran “portarse mal”.
Es normal que en algunas ocasiones los niños no tengan la capacidad de manejar sus emociones, ni sepan cómo comunicar lo que sienten. En cambio, podemos estar seguros de que los niños reaccionan bien cuando se sienten bien.
Generalmente, estos eventos se presentan en los momentos menos esperados, por ejemplo, al estar comprando en el supermercado, conduciendo el auto, comiendo en un restaurante, o al estar en casa de algún familiar o amigo. Naturalmente, como padres, queremos frenar de inmediato el berrinche pues nos hace sentir incómodos y estresados. Lo mejor que podemos hacer es recordar que estas reacciones tienen un significado y que la mejor solución es llegar a encontrar la causa y abordar las necesidades de nuestro hijo.
Razones para las rabietas infantiles
Cuando nos encontramos en una situación como esta, es importante estar seguros de que todas las necesidades físicas y emocionales del pequeño han sido cubiertas. Para ello debemos tener presentes las siete razones que existen y pudieran ser los motivos de este comportamiento poco deseado:
- Hambre
- Cansancio
- Enfermedad
- Hipersensibilidad a algún factor externo, como ropa o algún cambio repentino en la rutina.
- Poner a prueba la reacción de los demás
- Empoderamiento
- Frustración
Las primeras cuatro razones responden a las necesidades físicas, lo cual obstaculiza que el niño esté en control de sí mismo. En cambio, en las últimas tres razones, es muy probable que el niño esté en control, por lo que se requiere de un mayor esfuerzo para descifrar qué es lo que sucede y qué nos está tratando de comunicar.
Es muy diferente un berrinche en un niño que se encuentra cansado, hambriento, incómodo con la ropa o enfermo, y el berrinche hecho por un niño que está enfadado, frustrado y poniendo a prueba a los padres.
En los primeros casos se debe determinar la causa, permanecer en calma con actitud positiva y ayudar al niño con comida, descanso, proporcionarle ropa cómoda y/o consuelo.
El segundo tipo de berrinche es parecido a una lucha de poder. El niño quiere ejercer cierto control en alguna situación que le genera desconcierto y le hace sentir impotente. Es necesario mantenernos lo más tranquilos posible y no reaccionar de manera inmediata, de esta manera evitamos mostrar al niño que está adquiriendo el poder de la situación. Debemos tratar de descifrar el mensaje, a veces no atendemos a lo que nuestros hijos nos quieren decir y descubren que el berrinche es la manera de llamar nuestra atención y lograr que los escuchemos.
Sugerencias prácticas para padres, ¿cómo calmar una rabieta?
- Lo mejor es tratar el asunto en un lugar privado. Así, evitaremos la presión de la gente que está a nuestro alrededor y que no intervengan en el método que estamos usando para solucionar el problema.
- Es necesario frenar la mala conducta y redirigir la energía hacia algo positivo, como alguna tarea o actividad útil, que le guste o sea nueva para él o ella.
- Mostrar una actitud amable pero firme. Ser empáticos con los sentimientos de nuestros hijos porque para ellos son reales.
- Evitar burlarnos y discutir sobre el tema que desató la situación.
- Para evitar algún cambio repentino y dificultades con las transiciones, podemos anticiparnos y comunicar al niño lo que sucederá. Por ejemplo, si estamos en el parque, le avisaremos, de manera anticipada, que tendremos que irnos pronto. “Nos vamos a ir del parque en 10 minutos. ¿Te gustaría volverte a subir al tobogán?”
- Cuando notemos que nuestro hijo está poniéndonos a prueba, lo mejor es hacerle sentir comprendido y decirle que entendemos su enfado o molestia pero que debemos respetar el límite o la regla. “Entiendo que quieras seguir jugando, pero ha llegado la hora de bañarte para después cenar”.
- Decir las cosas una sola vez y después actuar.
- Al observar que el conflicto es con algún otro niño, debemos hablar con palabras simples, concisas y sin llevar a cabo un juicio para resolver el asunto. Es importante involucrar a nuestro hijo en el proceso de la solución de problemas, dándole la oportunidad de compensar su conducta. Esto funciona solo si nosotros como adultos hablamos de una manera cordial y respetuosa, haciendo que el niño participe en la decisión de cómo reparar la falta.
- Si las necesidades no son físicas y el método no parece estar funcionando, lo mejor es retirarnos un momento del conflicto con el propósito de tranquilizarnos y posteriormente abordar el asunto, hablando sobre los sentimientos generados, alentando al niño para que no vuelva a suceder. “Tu conducta me dice que te sentiste herido. ¿Podemos hablar sobre lo sucedido?”
Aunque no es fácil enfrentar estas situaciones en la vida cotidiana, las sugerencias antes planteadas pueden servir como herramientas para ayudar a nuestros hijos a identificar sus emociones y educarlas, y de esta manera puedan alcanzar el autocontrol.
Rosaura Rodríguez
Departamento Pedagógico
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Alejandra Lagunas dice
Excelente información 👏👏. Me gustaría recibír más.
Asesoría y orientación de IMI dice
Muchas gracias por tu comentario, Alejandra 🙂 Al final del artículo hay un botón donde puedes suscribirte a nuestra newsletter, te enviaremos por email los próximos artículos del blog!