Todos los españoles tienen claro qué harían con la Selección Española, con los partidos políticos y con la educación. De entre todos ellos, tan sólo unos pocos pueden decidir acerca del futuro de la misma, y curiosamente, muy pocos son profesores (a pesar de ser quienes pasan el día lidiando con los estudiantes en el aula) o alumnos, quienes mejor saben lo que necesitan. Con el objetivo de dar voz a aquellos que normalmente no la tienen, 100 estudiantes de colegios de la Asociación de Colegios Privados Independientes-Círculo de Calidad Educativa (CICAE) han elaborado un Pacto de los Jóvenes por la Educación, que concreta en un centenar de propuestas las líneas de futuro que los estudiantes creen que se deben adoptar.
El proyecto forma parte de Brains In Motion, impulsado por el colegio Brains de Madrid durante cuatro ediciones. “Nació en la época de los indignados, cuando los jóvenes acamparon en la Puerta del Sol”, explica a El Confidencial Elvira López, directora del centro y responsable del proyecto. “Nuestros alumnos de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato se dieron cuenta de que querían aportar ideas anticrisis pero nadie los escuchaba ni conseguían que se tomasen en cuenta. Nos propusieron hacer una acampada”. Como alternativa, el centro desarrolló este proyecto, que se ha centrado en la crisis, la marca España, la falta de valores en la sociedad y, en esta entrega, en la Educación.
Los adultos nos empeñamos en darle importancia a ciertos temas y olvidar otros que son más importantes
“Viendo que estábamos en año de elecciones, los alumnos pensaron que sufrían las consecuencias de que cada vez que cambia el gobierno también lo hacen los proyectos educativos y nunca se consigue que las propuestas lleguen a término”, señala López. Los alumnos de entre 15 y 17 años de su colegio se han reunido con los de otros centros como el Mirabal, el SEK, Virgen de Europa y Lope de Vega (Benidorm) y han diseñado cien propuestas para mejorar la calidad educativa. Como recuerda la directora, lo más sorprendente del resultado es que “los adultos nos empeñamos en darle importancia a ciertos temas, como los patrones de aprendizaje que ya están fuera de órbita, centrados en contenidos y no en competencias” y olvidan otros. Nos sumergimos en este programa educativo alternativo de mano de Juan Carlos Berihuete, de 17 años, y Lucía Ribas, de 15.
Profesores… ¿o facilitadores?
El rol del docente ha cambiado en un alto grado desde la generación de los abuelos de estos estudiantes. Como recuerda Ribas, “no es que estén desfasados, pero, entienda lo que quiere decir”. En otras palabras, el profesor deja de ser la única fuente de conocimiento para convertirse en una especie de facilitador/coach que ayuda a los estudiantes a desarrollar sus competencias y obtener el conocimiento por su propia mano gracias a la gran cantidad de información de la que dispone.
El documento propone que el profesor adopte un perfil más investigador, participando en proyectos semejantes a los de un profesor universitario, y para los que necesita disponer de más tiempo, mantenerse en constante reciclaje, garantizar que la educación es una carrera vocacional y, sobre todo, conocer a cada uno de los alumnos para entender cuáles son sus necesidades. “El cambio no es sólo política, también habría que mirar la formación y el nivel de los profesores, cómo trabajan, su pensamiento…”, explica Berihuete. Precisamente, una de las peticiones expresas del programa es “realizar un balance del trabajo anual de los profesores”, tanto para ayudarlos a mejorar como para que sientan que su esfuerzo es valorado.
Se deben crear nuevas asignaturas que ofrezcan conocimiento que no suele impartirse en clase
En este apartado se encuentra la reivindicación de un modelo de aprendizaje menos basado en la memorización y más en la adquisición de competencias, a través de presentaciones de alumnos, trabajo en equipo y técnicas como el juego que se alejen del modelo tradicional de aprendizaje del manual de texto y la clase magistral. Finlandia se encuentra en el horizonte de estos alumnos, como ellos mismos reconocen.
Alumnos multidisciplinares para nuevos tiempos
Los estudiantes no sólo han definido cómo debe ser el profesor del futuro, sino también cómo debería ser el rol del alumno. Ribas, que ha participado en el grupo de trabajo que ha explorado este aspecto, recuerda que “debe dejar de ser alguien que recibe información y la expresa en un examen, sino una persona que interactúa con los profesores y que tiene unos valores determinados”. ¿Cuáles son estos? Entre otros, su acercamiento a colectivos sociales diferentes a los suyos, conocer sus responsabilidades civiles como ciudadanos, mejorar sus habilidades comunicativas como la expresión oral y las presentaciones en público y comenzar a entender el rol de padre o madre.
En este apartado figura la revisión del currículo que muchos estudiantes proponen, y que se concreta en la creación de asignaturas como FCS (Family Consumer Science), en la que se preparan para entender qué es un crédito, cómo se maneja un presupuesto familiar, cómo se abre una cuenta corriente o a elegir cuál es el banco más adecuado. También abogan por otra clase de conocimiento que no suele estar presente en los centros escolares, como “saber cocinar de forma saludable y responsable, formación sobre la paternidad y la maternidad, la importancia de hacer deporte o los primeros auxilios”, como explica Ribas. Bricolaje, talleres de lectura, senderismo, ciclismo o formación musical y artísticas son otras propuestas de estos alumnos que se consideran protagonistas de su propio conocimiento.
El aula se le queda pequeña a la mayor parte de alumnos, que disponen de más competencias que muchos universitarios
Como recuerda la profesora del centro, las exigencias del futuro son muy diferentes para esta generación de nativos digitales y, por lo tanto, también lo debe ser su formación. “Para nosotros, lo más importante es la propuesta 36, que consiste en desarrollar el espíritu crítico”, explica la directora del Brains. “Debemos tener alumnos preparados para la vida, y deben ser capaces de abordar desde pequeñitos temas para los que a veces pensamos que no están preparados hasta que son más mayores, como la muerte, la igualdad, etc.” El aula se le queda pequeña a la mayor parte de alumnos, que a diferencia de sus predecesores, pueden acceder a cantidades ingentes de información. “Somos nativos digitales, pero no sabemos exactamente cómo manejar estas nuevas tecnologías”, se lamenta Berihuete. “Aprender a manejarlas es muy importante”.
Un proyecto educativo para todos y durante mucho tiempo
Si hay algo que coincide este programa con gran parte de la comunidad educativa es en denunciar el constante vaivén de leyes que produce los cambios de gobierno. Por eso, proponen pactar una Ley de Educación Permanente, “ocupe quien ocupe el poder”. “La educación debería situarse fuera de las discusiones políticas y económicas y tener una mayor importancia para llegar a un consenso entre todos”, reivindica Ribas. “Lo que desean es que quien salga elegido y esté involucrado en la estructuración de las leyes educativas respete estos umbrales que han establecido”, añade López.
La evaluación ya no puede consistir sólo en comprobar que las preguntas están bien respondidas
Entre ellos se encuentran el trabajo conjunto entre padres y profesores, modificar el horario para que la mañana se destine a las asignaturas canónicas y la tarde a actividades más deportivas y artísticas, la integración de las nuevas tecnologías (“que dejen de verse como algo malo”, según Ribas), la eliminación de optativas que pueden ser no necesarias en favor de horas de estudio individual o introducir un proyecto personal en 4º de la ESO para ayudar al estudiante a reflexionar sobre su futuro laboral. En este apartado figura también una nueva manera de evaluar. “Deberíamos centrarnos en un análisis multivariable estilo PISA, midiendo las competencias de forma multifactorial teniendo en cuenta las inteligencias múltiples”, explica Elvira López.
Un entorno idóneo para aprender, en el que se impliquen los padres
Todo ello no sería posible sin el apoyo ofrecido por el entorno tanto educativo como personal del estudiante. Para ello, los adolescentes apuestan por crear Escuelas de Padres desde los tres años y que sean los progenitores los que impartan algunas de las clases, así como favorecer una mejor comunicación entre padres y docentes. Los adultos también deberían tener sus propios deberes, como pasar tiempo de calidad con sus hijos, ver una película en familia de vez en cuando para discutir sobre ella, realizar obligatoriamente una tarea al mes y aprovechar los fines de semana para realizar actividades culturales o deportivas. Visitas a perreras, programas de acompañamiento a la tercera edad o encuentros con escritores y YouTubers son otras actividades que pueden realizarse para explicar la realidad social a los hijos, así como sensibilizarlos sobre la violencia de género y la preocupación por los más desfavorecidos. Pero también hay deberes para los medios de comunicación, a la que piden incluir una sección de Juventud que sirva de puerta de entrada para los más pequeños a la actualidad. Apliquémonos el cuento.
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