Al acompañar el desarrollo del niño pequeño, los adultos debemos de considerar ciertas pautas de conducta que nos ayudarán a establecer un vínculo significativo de afecto con ellos, estas son:
- Contacto visual: cuando el pequeño comienza a crecer es importante colocarnos a su altura.
- Efectuar movimientos lentos, pausados y precisos en la presencia del niño.
- Expresarnos con una voz suave y afectuosa
- Mantener un nivel justo de intervención, es decir, estar disponible, pero sin sustituir al niño, manteniendo un contacto respetuoso.
Durante este periodo, existen cuatro aspectos básicos en el cuidado del niño: alimentación, higiene, movimiento y sueño.
La alimentación es, por tanto, un peldaño en el proceso de la adquisición de la autonomía. Debemos de propiciar que este momento sea de contacto personal y placentero y no sólo un proceso mecánico. Es importante que, además del mobiliario adaptado y de los utensilios necesarios de los que hablamos en el artículo anterior, se tomen en cuenta los siguientes aspectos al momento de la alimentación:
- Ofrecer pequeñas cantidades de forma pausada y no directamente en la boca, si no cerca de esta, para evitar forzarle.
- Para permitir que el niño sea consciente del nivel de saciedad o hambre, debemos evitar distraerle con juguetes, aparatos electrónicos, etc.
- Las manos han de estar libres, para que pueda experimentar la comida y para comenzar a sostener la cuchara.
- Hagamos de este momento un espacio especial y tranquilo, con altas dosis de paciencia, libre de enojos, ruegos, juegos, etc.
- En la medida de lo posible, buscar que el momento de la comida esté acompañado por una misma persona, que se respete el mismo lugar y momento; esto proveerá al niño de una sensación de seguridad y alegría.
Al igual que en la alimentación, el momento de la higiene requiere de movimientos lentos y tranquilos, estableciendo contacto visual con el niño para darle seguridad. Es necesario anticiparle de forma simple nuestras acciones y contar con su consentimiento, al pedirle que colabore para seguir con el proceso de higiene, este es un momento también que promueve la comunicación cercana con el adulto. Es importante recordar que debemos prestar sólo la ayuda necesaria, tomando en cuenta sus capacidades y respetando sus tiempos.
[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row custom_padding=”0px|0px|0px|0px” _builder_version=”3.0.91″][et_pb_column type=”1_2″ _builder_version=”3.0.91″ parallax=”off” parallax_method=”on”][et_pb_text _builder_version=”3.0.91″][/et_pb_text][et_pb_text _builder_version=”3.0.91″]Cuando el niño ya camina, podemos comenzar a cambiar el pañal de pie y de preferencia frente a un espejo para que él pueda ver lo que se está haciendo, de esta forma se puede involucrar en el proceso y podrá participar tirándolo o si es de tela poniéndolo en el recipiente indicado, podemos hacerle notar la diferencia entre un pañal limpio y sucio e incluso podemos mostrar cómo depositamos las heces en el inodoro para que se familiarice con el sonido.
El control de esfínteres, es un paso importante en su capacidad de independencia, tiene su inicio cuando se dan dos procesos: uno de orden orgánico y otro psicológico. El proceso orgánico se favorece cuando el niño adquiere mayor fuerza en sus piernas y puede correr, agacharse, subir, bajar, mantener el equilibrio, etc., por lo tanto, es necesaria la maduración neurobiológica que va a permitir la apertura y cierre del ano y la uretra a voluntad. El componente psicológico está dado por la capacidad de “desprenderse” de algo que el cuerpo ha producido, es el paso de un comportamiento reflejo automático a una conducta voluntaria controlada.
La higiene bucal, se debe llevar a cabo desde los primeros meses. Los instrumentos irán cambiando, desde una gasa hasta los primeros cepillos de dientes, pero la formación del hábito se debe de ir estableciendo desde una edad temprana.
Uno de los aspectos que menos suelen gustar a los niños tiene que ver con la limpieza de la nariz. Será importante anticiparle que vamos a realizar esta acción y ponerlo frente a un espejo para que se observe. Podemos acercarle el pañuelo y, cuando él pueda hacerlo, darle la posibilidad de que lo haga. Al finalizar, podemos mostrarle nuevamente en el espejo como se ve su nariz limpia.
Cuando el niño comience a caminar es indispensable crear un espacio que permita la independencia. Debemos procurar que las habitaciones de la casa estén preparadas para el libre movimiento del niño. Busque espacios abiertos que le permitan ejercitar sus piernas y fortalecer y habilitar sus habilidades motrices.
En este periodo el niño comienza a tener algunos cambios en la conducta, suelen aparecer los “berrinches”. Es importante que antes sepamos reconocer qué necesidad está debajo de estos. Las necesidades suelen pertenecer a dos grupos: necesidades físicas (hambre, sueño/cansancio, enfermedad, hipersensibilidad a la ropa o a cambios abruptos); o necesidades que tienden a afianzar la autonomía -en las que suelen probar a los padres- sentirse con mucho poder o frustrados. Estas últimas van a requerir más energía por nuestra parte para poder descifrarlas, ya que el niño quiere comunicar algo. Es importante no discutir o burlarse del niño ante estas, ir a un lugar privado para poder tranquilizarlo y solucionar las cosas. Si no hay una necesidad física y nada parece funcionar para parar el comportamiento, debemos dejar que haga el “berrinche” hasta que se calme o se agote, y entonces una vez que esté tranquilo, podremos ponernos en sus zapatos y entablar una conversación donde le ayudemos a organizar sus sentimientos y a poner en palabras lo que siente.
Ana Lucía Hermida
Departamento Pedagógico